HISTORIA URBANA E HISTORIA OBRERA:
REFLEXIONES SOBRE LA VIDA OBRERA Y SU
INSCRIPCIÓN EN EL ESPACIO URBANO, 1900-1950
José Luis Oyón Bañales
Universidad Politécnica de
Cataluña
Vamos a tratar de discutir sobre la relación
entre ciudad y clase obrera, dos mundos próximos, casi identificados el uno con
el otro. Es cierto que en la primera industrialización la fábrica fue ajena a
veces a la ciudad y que la vida obrera estuvo también muy ligada a la mina, a
la industria dispersa o al pequeño núcleo de
población. Pero en la primera mitad del siglo xx quedó ya definitivamente
consolidada en torno a la ciudad, la moderna clase trabajadora, masiva y
definitivamente proletarizada. La ciudad en especial la gran ciudad, la que
Engels retrató como consustancial a la formación del proletariado industrial,
fue ya casi sin excepción el escenario natural del mundo obrero, de sus luchas y
de sus conquistas en pos de la emancipación y mejora de las condiciones de
vida.
Esa asociación entre ciudad y movimiento
obrero ha debido resultar obvia para la historiografía del trabajo. Tan obvia
que, o se ha dado por descontada considerándola como «natural» y no merecedora
de ulterior análisis, o simplemente se ha ignorado por irrelevante. Efectivamente, más allá de los clásicos
apartados sobre las habitualmente pésimas condiciones de vida en el ámbito
urbano, las historias del mundo del trabajo -incluso las historias de grupos
obreros en ámbitos urbanos muy localizados- nunca han solido ver a la ciudad
más que como un simple epifenómeno del proceso social, un mero contendedor sin
especial relevancia para ser considerado como elemento constitutivo del proceso
más general de formación de la clase.
Sorprende esta marginación habida cuenta
de la importancia que en la historia de los trabajadores fueron tomando en los
años sesenta las visiones «desde abajo», los análisis históricos de una clase
obrera vista cada vez más en sus vivencias cotidianas, en sus formas de vida y
prácticas sociales más corrientes. Ciertamente, hace ya mucho tiempo que la
historia obrera no es ya solo la historia de los líderes y de las
organizaciones del movimiento obrero y que la influencia de Thompson reorientó la
visión de la clase obrera hacia el estudio de las prácticas sociales compartidas
y la experiencia cultural propia como temas inseparables de la conciencia de
grupo. Desde entonces, la historia obrera ha ido construyéndose cada vez más
como historia social. La visión del historiador inglés ha tenido una indudable
repercusión en mucha de la reciente historia de la vida cotidiana alemana, una
corriente historiográfica que intenta iluminar los comportamientos sociales
estudiando los prácticas de sociabilidad, los tiempos y los lugares concretos de
constitución de los grupos sociales.
En Francia, ya en la década de los setenta, diversos pioneros de la historia social obrera emprendieron igualmente el estudio de la gente ordinaria y de sus experiencias, destacando los trabajos de Michelle Perrot y de Yves Lequin. Tampoco ha faltado en Italia esa visión de que en la vida cotidiana y en la cultura material de las clases populares se encuentra la máxima expresión de especificidad de una cultura propia. Se podría pensar que todo ello significaba el definitivo acercamiento entre historia obrera e historia urbana. Pero en realidad, la historia urbana y la historia social obrera han corrido por trayectorias paralelas, sin apenas cruces entre ellas hasta fechas relativamente recientes. Efectivamente, ambas corrientes surgieron en los años sesenta, pero los contactos fueron escasos y anecdóticos. Aportaciones ya clásicas de la historiografía marxista de la clase obrera, singularmente la de Hosbawm que se centra en un momento de casi plena urbanización de la clase obrera británica, apenas se han detenido en la ciudad como factor relevante en la formación de la clase trabajadora. La ciudad, el espacio urbano, ha estado siempre bajo sospecha. El propio Hobsbawm recibió la eclosión editorial de la historia urbana británica lleno de escepticismo y de reservas. En realidad, hasta 1980, «el proceso a través del cual fue creada una subcultura proletaria distintiva en el ámbito urbano (fue) una cuestión muy débilmente tratada en la historia del movimiento obrero». Nuevos enfoques desde la historia social introducían en el análisis de la clase,óbrera británica cuestiones como la sociabilidad y el espíritu comunitario, la vida en el barrio, hasta entonces encerradas en una literatura casi estrictamente sociológica. Pero ha habido que esperar realmente a los años ochenta para ver una mayor confluencia entre historia obrera e historia urbana. Hoy en día es ya más corriente encontrar en las historias generales de la clase obrera británica capítulos específicos dedicados a la vivienda, a la segregación en el espacio urbano y a los barrios obreros como elementos formativos de la experiencia de la clase trabajadora. Encuentro sintomático de esa nueva aproximación el giro del propio Hobsbawm en su escéptica visión del tema urbano un artículo de finales de los ochenta que revaloriza el papel de la gran ciudad como foco potenciador del movimiento obrero.
En Francia, ya en la década de los setenta, diversos pioneros de la historia social obrera emprendieron igualmente el estudio de la gente ordinaria y de sus experiencias, destacando los trabajos de Michelle Perrot y de Yves Lequin. Tampoco ha faltado en Italia esa visión de que en la vida cotidiana y en la cultura material de las clases populares se encuentra la máxima expresión de especificidad de una cultura propia. Se podría pensar que todo ello significaba el definitivo acercamiento entre historia obrera e historia urbana. Pero en realidad, la historia urbana y la historia social obrera han corrido por trayectorias paralelas, sin apenas cruces entre ellas hasta fechas relativamente recientes. Efectivamente, ambas corrientes surgieron en los años sesenta, pero los contactos fueron escasos y anecdóticos. Aportaciones ya clásicas de la historiografía marxista de la clase obrera, singularmente la de Hosbawm que se centra en un momento de casi plena urbanización de la clase obrera británica, apenas se han detenido en la ciudad como factor relevante en la formación de la clase trabajadora. La ciudad, el espacio urbano, ha estado siempre bajo sospecha. El propio Hobsbawm recibió la eclosión editorial de la historia urbana británica lleno de escepticismo y de reservas. En realidad, hasta 1980, «el proceso a través del cual fue creada una subcultura proletaria distintiva en el ámbito urbano (fue) una cuestión muy débilmente tratada en la historia del movimiento obrero». Nuevos enfoques desde la historia social introducían en el análisis de la clase,óbrera británica cuestiones como la sociabilidad y el espíritu comunitario, la vida en el barrio, hasta entonces encerradas en una literatura casi estrictamente sociológica. Pero ha habido que esperar realmente a los años ochenta para ver una mayor confluencia entre historia obrera e historia urbana. Hoy en día es ya más corriente encontrar en las historias generales de la clase obrera británica capítulos específicos dedicados a la vivienda, a la segregación en el espacio urbano y a los barrios obreros como elementos formativos de la experiencia de la clase trabajadora. Encuentro sintomático de esa nueva aproximación el giro del propio Hobsbawm en su escéptica visión del tema urbano un artículo de finales de los ochenta que revaloriza el papel de la gran ciudad como foco potenciador del movimiento obrero.
En lo que se refiere al ámbito español,
la creciente importancia de los enfoques culturales en la historia de la clase
obrera y más en concreto de una historia social de la clase más atenta a la
vida cotidiana no ha significado hasta ahora un diálogo fructífero entre
historia urbana e historia obrera. Para la historiografía de la clase obrera en
España, la ciudad sigue siendo, salvo excepciones, un simple telón de fondo, un
mero escenario del proceso de formación de la clase, de sus comportamientos
colectivos y de sus luchas políticas. La relevancia que la ciudad, y más en
concreto la gran ciudad, ha tenido como caldo de cultivo de la formación del
mundo obrero contemporáneo ha solido minimizar el papel del propio espacio urbano
como un protagonista más de la historia de las clases populares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario